M. Bueno, Romanie, nos gustaría que nos hablases un poco de tu trabajo con las personas, las mujeres, que no saben leer ni escribir.  Sabemos que tienes esta experiencia, ¿nos puedes hablar un poco más de ello?

R. Sí, las mujeres analfabetas del presente. Decidí trabajar con estas mamás a partir de André Rochais. André Rochais no especificó una categoría de personas que puedan descubrir quienes son. Él pensó en todo el mundo, así que me dije: los analfabetos y los marginados, ellos también tienen derecho a descubrir quienes son en su vida, como también derecho a hablar nuestra lengua, que es el lingala

Entonces empecé con las mamás y sentí que esas mamás ‘saben’ nuestro esquema de la persona. Si hablamos de cualquier cosa, ellas sienten que hay algo a nivel de la inteligencia y la razón. Ellas también tienen sensaciones. Comprenden la sensibilidad. Y también a nivel de su conciencia profunda, ellas sienten y saben lo que está mal y lo que está bien. Son conscientes de ello.

Y así es como trabajo con estas mamás. Les explico nuestra enfoque de la persona.

  • ¿Qué sentís, por ejemplo, cuando se trata del perdón?

Bueno, ellas me dicen:

  • Yo, si no perdono, a veces mi imaginación me hace pensar cosas en la cabeza que no son normales y tengo un problema. Me siento incómoda, esto me empieza a molestar, a veces incluso ni siquiera puedo llegar a caminar, el corazón me late fuerte y ya no soy yo.

Entonces hacemos un ejercicio.

  • Ahora vamos a relajarnos, vamos a escuchar a nuestro ser: ahí también hay una voz que nos dice que podemos hacer el mal o el bien. ¿Lo sentís?
  • Sí, lo sentimos.
  • Ahora vamos a sentir algo más. Poco a poco, por ejemplo, por el perdón.
  • Cuando he perdonado, me siento tranquila, vuelvo a sentirme animada y me viene de nuevo la paz.

Con las mamás siempre es así. A mí esto me da alegría, por ejemplo, cuando hablamos de maldiciones, o del duelo. A mí esto me da alegría.

  • He aprendido mucho y empiezo a transmitir esto a otras personas.

Esto lo he visto mucho con estas mamás. Ellas no tienen nada para darme –por ejemplo, cuando estaba por los barrios periféricos– y me dan verduras. Me ponía muy contenta, ellas me lo agradecían de esta forma.

Es mi manera propia de acercarme a los marginados. Esa gente también tiene que conocer quiénes son, encontrar su paz, vivir lo que son. Siento realmente a estas mamás, pero ahora incluyo también a los papás. Al principio no veía más que a mamás, pero un día, cuando di un curso en la ciudad, en Matadi Mayo, un papá se empeñó en participar con nosotras y cuando estuvo con nosotras, sentí su necesidad.  Los papás también tienen necesidad de descubrir quienes son así que ahora voy a mezclar a papás y mamás.

M. ¿Siempre trabajas sobre el duelo?

R. No, no, no, también trabajo con el tema ‘yo y el sentido de la vida es posible’. Esto también ha ido muy bien.

M. Qué más nos puedes decir sobre el esquema de la persona? Ya nos has explicado algo sobre la conciencia profunda, pero ¿cómo explicas las otras instancias, como el cuerpo, la sensibilidad… cómo lo haces?

R. Dibujo en la pizarra y empiezo por nuestro cuerpo. ¿Qué hay en nuestro cuerpo? Lo engloba todo. Nuestra inteligencia se encuentra a nivel de la cabeza. En nuestra inteligencia, está la voluntad y también la libertad, y así empiezo a trabajar con ellos: tengo libertad para hacer algo, y también tengo voluntad para hacer algo, y en su cabeza también tienen momentos en los que tienen que tomar una decisión. Yo también, si hago esto, me ayuda, o si hago aquello, eso no me ayuda. Es a nivel de nuestra inteligencia.

Y a nivel de la sensibilidad: les digo:

  • ¿Cómo os sentís, por ejemplo, respecto al estrés de la vida?
  • Si hago algo que me habita, algo que está bien, me siento con energía, pero si es algo menos bueno, a veces me siento mal y me pongo a temblar.

Y esto es nuestra sensación, su sensación.

Y hago lo mismo respecto a la conciencia profunda. Y al final digo:

  • Después de la conciencia profunda, después de una decisión positiva ¿cómo os sentís?
  • Me siento en paz, eso es nuestro ser profundo.

Así pues, cada vez los llevo a encontrar el centro, y voy insistiendo en ello, poco a poco.

Después de haber tomado una buena decisión, encuentran su centro, su centro.

M. ¿Observas que esto tiene un impacto?

R. Sí, tiene un impacto. Hay otras mamás que me dicen:

  • ¿Nuestros hijos no podrían hacer esto también? Nosotras hemos aprendido muchas cosas. Ahora sé cómo vivir con nuestros hijos en casa, ahora sé cómo vivir con mi marido, vivo con menos estrés, ahora sé aceptar las situaciones. Cuando estoy estresada no puedo librarme de ello. Siento que eso que siento no está bien. Esas sensaciones son malas.

Así que, sí, hay un impacto. Ahora sus vidas han cambiado mucho. Empiezan a estar en contacto con su centro, su ser. Esto lo veo en las mamás y me da mucha alegría.

M. Muchas gracias, Romanie.

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